Símbolo luz en el texto
martiano.
Prof. Carolina Gutiérrez
Marroquín Universidad de Holguín
“Oscar Lucero Moya”
Algunas consideraciones en
torno a su origen.
Nadie podría negar la alianza íntima que siempre ha existido
entre los sistemas filosóficos y el simbólico. Lo prueban las alegorías que
encontramos en los monumentos de todas las épocas, los escritos simbólicos de
los padres de todas las naciones y los rituales de todas las sociedades
místicas y secretas que ha organizado el hombre desde que comprendió su
condición de ser social. El lenguaje
simbólico encierra la concepción del mundo de quien lo emplea.
Quienes han estudiado las concepciones filosóficas martianas
han coincidido en calificar de ecléctico su pensamiento, lo que equivale a
decir que se nutrió de todo aquello que consideró positivo para conformar su
propio aparato teórico conceptual. Aún cuando no llegó a formular un sistema
filosófico quedó clara su seria preocupación por el hombre y por su destino. Su
obra literaria es eminentemente simbólica. No expresa el pensamiento de modo
directo, si no como los sabios antiguos, que trasmitían el conocimiento a través de parábolas,
sentencias y símbolos de alto valor profético y estilo sentencioso. Los
símbolos fueron casi el lenguaje universal de la teología antigua y el método
más obvio de instrucción que la humanidad conoció.
Uno de los símbolos de mayor frecuencia de uso en la obra
martiana es el símbolo luz. Si tratáramos de establecer su relación con el
pensamiento filosófico universal y la concepción del mundo particular que tenía
el Maestro debe partirse del criterio de Cintio Vitier respecto a la formación de su pensamiento:
Martí asimilaría, sobre un fondo
cristiano, ingredientes sustantivos del estoicismo, el hinduismo, el platonismo,
el krausismo y el trascendentalismo emersoniano. 1)
En la conformación del pensamiento del héroe cubano ejerció
una notable influencia la teoría analogista de Emerson que vio siempre entre la naturaleza y el mundo
físico y moral del hombre asociaciones peculiares en las que nadie había reparado, y en las que
Martí encontró un caudal inagotable de poesía. Esta concepción de la existencia
de una armonía universal le permitió expresar:
La poesía no es más que la expresión simbólica de los
aspectos bellos de la naturaleza. (22:96)
Sin embargo, no puede desestimarse la influencia que, sin
duda, ejerció la filosofía idealista de Platón en la concepción martiana del
símbolo luz. Según Platón (427 -347 a.n.e.) la
totalidad de lo existente se mostraba estratificado en dos planos: un estrato
inferior, que incluía lo material, imperfecto y perecedero, y un estrato
superior, regido por un ser auténtico y supremo donde todo es ideal, perfecto,
divino y eterno
Martí coincide con esta concepción dualista de la realidad:
para él existe un mundo material (inferior) y un mundo espiritual
(superior).Esta filosofía tuvo su repercusión en el mundo moral y se expresó a
través de la antinomia bien- mal. En
el plano religioso se expresó a través de la oposición mundo de luz - mundo de
tinieblas. La identificación de Martí
con la existencia de un mundo bipolar le permite incluir o atribuir al
mundo de luz todo lo positivo, limpio y puro respecto al pensamiento y la
conducta humana.
Platón sostenía, además, que el alma vivía encerrada en la
cárcel del cuerpo y que esta solo se liberaba a través de la purificación que
producía el ejercicio filosófico. Su discípulo Plotino
(204-270 n.e.), fundador del neoplatonismo, fue quien
delimitó los pasos hacia la perfección que libera el alma.
1.
Purificación de las pasiones corporales.
2.
Contemplación de la belleza para que el alma se despegue del
cuerpo.
3.
Ascenso hasta Dios.
4.
Éxtasis.
En su obra Martí subraya continuamente la necesidad de la
constante ascensión a formas más altas, tanto en el plano cognoscitivo como en
el plano moral, por considerarla premisa esencial para lograr una sociedad mejor. Esta
concepción esencialmente platónica de una metamorfosis vertical se refleja en
los símbolos polares que emplea. En estos está contenida una antítesis que da
por resultado la transformación de lo negativo en positivo, o la elevación de
lo material a una esfera superior de la
realidad como en el caso de ala / raíz, monte / cueva, cielo / abismo, cardo /
rosa, gusano / águila, luz / sombra etc.
La posición de Martí ante la vida como reformador social queda así
resumida en un sistema de símbolos cuya estructura pone de manifiesto las
concepciones éticas y filosóficas de su autor.
La frecuencia con que Martí emplea verbos como elevar,
subir, ascender, edificar, construir, organizar, fundar y símbolos como ave,
águila, luz, volcán, fuego, llama, etc. resumen su apasionada y continua
actividad en pro del mejoramiento humano y el perfeccionamiento moral de la
sociedad.
En el universo que Martí vislumbra el hombre construye hacia
lo alto a partir de su experiencia terrena; así su musa se alza desde símbolos
de profundidad hasta las alturas de la creación de símbolos idealistas. Luz es
un símbolo que expresa el idealismo martiano.
Tiene indiscutiblemente un origen religioso. Martí procedía
de un hogar católico. Aunque en diversas ocasiones dejó clara su postura
anticlerical, concibió siempre la existencia de un ser supremo, superior,
garante de la armonía universal que no rige el destino de los hombres pero que:
(...)
impone el trabajo como medio de llegar al reposo; la investigación como medio de llegar a la verdad; la honradez
como medio de llegar a la pureza. ( 19: 363)
El mismo no vacilaba en proclamarse:
Cristiano, pura y simplemente cristiano.
Observancia rígida de la moral,_ mejoramiento mío, ansia por el mejoramiento de
todos, vida por el bien, mi sangre por la sangre de los demás;_ he aquí la
única religión.( 21:18 )
Aunque se supone que en un momento
temprano de su infancia tuvo conocimiento de los más elementales preceptos
cristianos, sin duda a través de la madre, no es hasta fines de 1870, cuando Sardá lo acoge bajo su protección y garantía personal,
trasladándole hasta su finca El Abra, que recibe como obsequio un ejemplar de la
Biblia que aún se conserva en la
casa, hoy museo.
Esta acción de Sardá,
que lo exime de cumplir su condena en presidio, le da la oportunidad de
recuperarse físicamente y de ponerse en contacto con el texto sagrado. Allí en Génesis debió encontrar:
Y dijo Dios: Sea la luz y fue la luz.
Y vio Dios que la luz era buena; y separó Dios la luz de
las tinieblas.
Y llamó Dios a la luz Día, y a las tinieblas llamó Noche.
Es decir, en las sagradas escrituras aprendió que la luz fue
la primera creación divina, fuente de vida que permite la existencia del mundo
vegetal y animal. Lo que se confirma en el Popol Vuh, libro sagrado de los quichés.
En 1884, desde New York,
Martí envía al periódico mexicano La
América un comentario en el que refiriéndose al Génesis en el Popol Vuh dice que este cuenta cómo:
(...) los creadores se reunieron y se
consultaron acerca de la formación de los bosques y de las lianas; y sobre la
creación de la humanidad, y cómo apareció la luz durante aquella conferencia
(...) dice enseguida cómo se dio principio a la creación del universo, relación
que no carece de poesía. ( 7:178 )
En ambos textos la luz es lo primario y lo vital; pero ya para
entonces Martí había advertido el aliento poético que encerraba la palabra
sagrada.
Es posible que Martí leyera la Biblia con el entusiasmo del lector de fino gusto literario y con
el interés religioso puesto en segundo lugar. Lo cierto es que admiró en este
libro su poesía incomparable: “¡Qué hermosas poesías tiene la
Biblia!”(8:290), estudió sus caracteres dominantes y los procesos
históricos que narró, por lo que terminó exhortando a que este texto se
convirtiera en vehículo de cultura popular en el más funcional sentido ético de
la expresión.
Bueno es saber de cara a Homero: y quien ni a Homero, ni a
Esquilo, ni a la Biblia leyó, ni leyó a Shakespeare,
que es hombre no piense, ni que ha visto todo el sol, ni ha sentido despegarse
en su espalda toda el ala. (9:445)
De modo que la luz como primera creación divina va a estar también
envuelta en un halo poético.
Para Martí, no obstante, la esencialidad de la luz tiene una
implicación mayor:
En el mundo ha de haber cierta cantidad de decoro, como ha
de haber cierta cantidad de luz.
( 18: 305 )
Tan esencial resulta para la vida del hombre la luz como el
decoro. Y al equiparar ambos términos, (luz
- decoro) establece una correlación que por carácter transitivo remite a
otros valores morales del hombre como la honestidad, la solidaridad, la
generosidad, el valor etc. Lo que explica porqué Martí asocia siempre al hombre
virtuoso con la luz.
En la Primera Carta de San
Juan 1:5 se lee además:
Este es el mensaje que hemos oído de él y anunciamos:
Dios es luz y no hay ninguna tiniebla en él.
De manera que el Creador Supremo, símbolo de perfección moral y
espiritual, es también luz: lo que quiere decir que, por extensión, el término
puede asociarse a todo lo excelso, ideal, grandioso, óptimo, superior o que
parezca que ha descendido del cielo.
Teniendo como referente la imagen del Ser Superior, que es luz,
Martí establece también la relación intelectiva entre este y todo acto
meritorio, notable, extraordinario y digno, producto del quehacer humano,
aún cuando la obra no tenga vínculo
alguno con lo divino.
Martí debió también leer en el texto bíblico:
Toda buena dádiva y don perfecto desciende de lo alto,
del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza,
ni sombra de variación.
( Santiago )
Lo que quizás hizo pensar a Martí que toda creación artística
provenía también de lo alto, aspecto medular de su doctrina estética que se
articula con las concepciones neoplatónicas.
La poesía para Martí es un don divino. El poeta, pues, un
iluminado, no solo porque trae a la tierra las excelsas armonías del mundo
celestial sino por su sensibilidad excepcional para captar lo que a los
espíritus sin luz le es imposible percibir.
Martí consideraba el acto de creación literaria un proceso
milagroso envuelto en un velo de misterio; lo que en cierta medida converge con
algunas actitudes y concepciones del Misticismo, cuya doctrina sostenía la
comunicación inmediata y directa con Dios a través de la visión intuitiva o el
éxtasis.
Según los místicos solo Dios puede dar luz, lo que coincide
exactamente con lo planteado en las sagradas escrituras: la luz puede darla
solo quien es luz y en la Biblia queda claro que Dios es luz.
La luz de los místicos, si bien procede de Dios, es la que da al
hombre el entendimiento y la virtud, la capacidad de admirar lo bello y de
ascender tanto en el plano moral como en el espiritual.
Martí empleó también el término para referirse a las personas de
clara inteligencia, iluminadas por la
luz de la razón. En este sentido resulta clara la influencia del período de la
Ilustración. Martí nació bajo el influjo del pensamiento ilumininista
que significó un viraje conceptual en la conciencia de los hombres desde los
últimos decenios del siglo XVII hasta las últimas décadas del siglo XVIII.
En este período la investigación científica ocupa posición de
privilegio, se insiste en que toda verdad
puede y debe someterse a prueba. Cobran fuerza la observación metódica y
la experimentación. Se extiende la crítica a todos los campos de la expresión
humana, de hecho el cuestionamiento llega a dominios antes vedados como la
religión y la política. El hombre comienza a confiar en la capacidad de la
razón para dar respuesta a todos los problemas de la vida porque se aspira al
uso efectivo del conocimiento para mejorarla.
Si recordamos en términos generales la esencia de la obra
martiana, toda ella revela el pensamiento del nuevo intelectual: atrevido,
agudo, justo, certero, fruto del movimiento de la Ilustración.
Cuando en el siglo XVIII se trataba de describir el poder de la
razón se comparaba siempre con una luz. Era como una antorcha, un sol o una
lámpara que difundía sus rayos benéficos para disipar la oscuridad de la
ignorancia y la tradición en las que había estado sumida la humanidad.
Lo mismo que la luz, que descubre y clarifica, la razón debía
analizar, discutir, poner al descubierto los ocultos cimientos de todo lo
establecido para invalidar todo lo que no resistiera el poder de la crítica.
De ahí la preocupación de Martí por llevar a todos la instrucción
que era como llevarles la luz, y ponerlos en aptitud de pensar por sí sin el sometimiento
dogmático al que trataba de reducirse el pensamiento. Solo el hombre culto
puede ser libre y Martí quería un pueblo de hombres libres, quería un pueblo de
luz. No sin razón el período histórico que comprendió el movimiento filosófico
y literario de la Ilustración se conoció como Siglo de las Luces.
La presencia recurrente del símbolo luz en la obra martiana es
también consecuencia de esta nueva forma de asumir y concebir la vida que dejó
en la conciencia del hombre este siglo.
No puede ignorarse la influencia que ejerció en el Maestro su
contacto con la masonería. Los rituales de iniciación de esta sociedad
fraternal se efectúan a oscuras, y cuando la congregación ha aceptado ya al
nuevo miembro, se enciende sobre el iniciado la luz, como símbolo de la
penetración en un mundo nuevo que lo pone en posesión de todos los misterios y
los códigos éticos que iluminarán y
definirán su conducta futura en la vida. Detrás ha quedado el mundo de
tinieblas e ignorancia. El masón tendrá, como preceptos fundamentales, tanto la
libertad en el orden intelectual y social, como el perfeccionamiento moral,
aspectos que, como sabemos, signan el pensamiento martiano. Dentro de la
congregación la luz tiene una significativa carga simbólica; de modo que el
joven Martí, iniciado en la masonería a los 18 años durante su primer destierro
a España, encontró, sin duda, en esta asociación fraternal, una fuente más para
asumir el fenómeno como expresión literaria. No cabe duda de que en todo ello
el Maestro advirtió también la presencia de la poesía.
En sentido figurado puede decirse que Martí tenía en su espíritu
una gran preocupación por la luz: la busca, porque aspiraba a la autoperfección; la anhela para todos los hombres, porque
aspiraba al mejoramiento humano; y la encuentra, en aquellos que reconoce
cercanos a la mayor virtud. Pensaba que:
De luz se han de hacer los hombres, y deben dar luz. (4:380)
Porque el apego a la virtud, la conducta viril, recta y clara,
signada por el amor a la patria y la justicia son atributos de un hombre
superior cuyo ejemplo edificante ha de proyectarse en las nuevas generaciones,
aún cuando se deja de existir:
Hasta después de
muertos dan ciertos hombres luz de aurora (4:79)
Escribió, y confirmó con su vida. El origen del símbolo luz podrá
ser religioso, filosófico, iluminista y masónico,
pero lo cierto es que Martí lo dota de profundo contenido humano. Con su obra
literaria y con su acción política, dejó trazada en la América una estela de
luz que parece recordarnos que solo la solidaridad humana y la virtud pueden
garantizar un mundo de paz.