EL símbolo luz en el texto martiano

Prof. Carolina Gutiérrez Marroquín

Universidad de Holguín “Oscar Lucero Moya”

 

Martí creyó siempre en la función del arte como vehículo de redención del hombre. Jamás perdió la fe ni “el mejoramiento humano” ni en la “utilidad de la virtud”, como escribiera a su hijo en el prólogo a “Ismaelillo”.

En la obra martiana está presente el imperativo de elevar al hombre, de dotarlo de principios morales y espirituales superiores. Su consagración al perfeccionamiento y a la exaltación del género humano se expresa en el empleo de símbolos que sugieren elevación, como águila, ala y  ave,  y otros como paloma, mariposa, montaña, monte,  etc. que dan también idea de ascensión.

Según Martí en las esferas celestes es donde se encuentra la esencia del arte. La función de poetas, músicos y pintores es traer al hombre esas excelsas armonías del espacio y hacer terreno lo divino. Esto hace evidente la posición dualista de Martí para quien existía un mundo superior, perfecto y eterno, en el cielo, el mundo de la luz, y un mundo inferior, perecedero e imperfecto, en la tierra, mundo de sombras.

Como del cielo proviene la luz del sol, fuente de vida del mundo vegetal y animal, tradicionalmente el hombre ha asociado esta luz con la gracia e influencia bienhechora irradiada por el Supremo Creador, desde el espacio celeste.

Martí, que durante su estancia en El Abra, bajo la protección de Sardá a fines de 1870, se puso en contacto con el texto bíblico asumió estos presupuestos y los incorporó en su obra como elementos poéticos, al margen de la identificación que pudiera o no tener con los conceptos teológicos. Todo lo bueno, lo superior, honesto y puro aparecía ante los ojos de Martí emanando luz.

Es notoria la frecuencia con que emplea este término en su obra, pero más significativo aún resulta la diversidad de connotaciones semánticas que le atribuye y la diversidad de contextos en que lo emplea.

Salvo excepciones en que aparece en su sentido denotativo: luz natural producida por los astros o luz artificial producida por bombillo, lámpara o vela, generalmente el término luz aparece como recurso de expresión estética.

En ocasiones parece que el término está empleado en sentido denotativo: luz del sol, sin embargo, el contexto remite de inmediato a pensar más bien en otra luz, de origen divino, como cuando describe:

(...) la inauguración de monumentos, que siempre es en los meses de sol, como si la gloria tuviera parentesco con la luz.  ( 13: 337 )

Según Martí la gloria puede alcanzarla solo un hombre iluminado, bien por su talento, sus virtudes o por sus hazañas. Martí advertía una relación tan estrecha entre los hombres y los astros que por momentos concebía la fusión de ambos, de modo que al hablar del astro sol nos hace pensar en ciertos hombres y al hablar de estos nos hace pensar en el astro sol:

Estos tres hombres son sagrados: Bolívar, de Venezuela; San Martín, del Río La Plata; Hidalgo, de México. Se le deben perdonar sus errores, porque el bien que hicieron fue más que sus faltas. Los hombres no son más perfectos que el sol. El sol quema con la misma luz que calienta. El sol tiene manchas. Los desagradecidos no hablan más que de las manchas. Los agradecidos hablan de la luz.  (18:305 )

La elevada cualidad espacial y el fulgor del sol, fuente de luz, están asociados con los más altos principios humanos. A estos hombres sagrados que Martí equipara con el sol solo ha de vérseles la luz, es decir, la obra grande, capaz de anular sus faltas. Resulta evidente la correlación de conceptos entre sol y luz por cuanto ambos funcionan como símbolos declarados de pulcritud moral.

Igual sentido le confiere al término luz cuando años más tarde retoma la idea para plantear:

Se busca el origen del mal: y se va derecho a él, con la fuerza del hombre capaz de morir por el hombre. Los egoístas no saben de esa luz, ni reconocen en los demás el fuego que falta en ellos.  ( 2:37 )

En este caso luz y fuego funcionan como tropos afines por ser símbolos del espíritu humano, de todo lo divino y radiante que puede haber en el hombre, de virtud, pasión y amor. Por eso al referirse a Bolívar  insiste:

Todo se estremecía y se llenaba de luz a su alrededor.  ( 18: 306 )

En su afán de contribuir al mejoramiento espiritual del hombre en sus cartas emplea con suma frecuencia el símbolo luz, como cuando le dice a María Mantilla:

Siéntete limpia y ligera como la luz.  ( 20: 220)

O cuando le escribe a Serafín Bello:

Sea todo luz. (  1: 351 )

Otras veces Martí asocia el símbolo con la belleza que emana de la mujer espiritualmente hermosa. En Adúltera el personaje principal masculino afirma:

Si la luz se perdiera, hallaríasela de nuevo en el alma de una mujer. ( 18: 27)

Cuando años después sostiene la misma idea emplea el término con idéntico sentido, para referirse  a una mujer concreta y empleando el verso:

Es tan bella mi Carmen, es tan bella

Que si el cielo la atmósfera vacía

Dejase de su luz, dice una estrella

Que en el alma de Carmen la hallaría. ( 17:133)

La luz cristalina, diáfana, pura, intacta como la luz del sol, comporta un valor moral y brilla solo sobre lo que es digno de recibir sus rayos. Dicho de otro modo, la aplicación de este símbolo a un objeto o persona implica que Martí hace de él una valoración positiva.

Cabe suponer entonces que Martí, capaz de ver la luz en los grandes hombres, anhelarla para quienes le rodean y reconocerla en todo lo hermoso, es también un hombre de luz. Nadie ve en otro la virtud que no lleva en sí. Ya desde su estancia en Guatemala había reconocido su condición de hombre iluminado.

Su pluma alabó tanto las bellezas naturales de este país centroamericano como la nobleza de  su pueblo y lo que se hacía por su bienestar y desarrollo; pero su actitud con respecto a la discriminación de los indígenas, al régimen dictatorial de Barrios, su talento natural, que había restado brillo a algunos intelectuales celosos y reaccionarios, pronto le hicieron ganar enemigos que no tardaron en tramar a su alrededor una verdadera conjura. Incomprensiones e intrigas crean una atmósfera tensa. La hostilidad que siente y la injusticia de que es objeto le hacen escribir a Mercado:

Es una guerra de zapa en la que yo, soldado de la luz, estoy vencido de antemano. (20:44)

Martí se siente soldado de la más noble, elevada y justa causa: la redención del hombre, lo que simboliza con la imagen compuesta soldado de la luz.

Abandona Guatemala pero no sus ideas. En 1894, cuando trabaja febrilmente por la organización de la guerra necesaria le escribe a su madre:

Mi porvenir es como la luz del carbón blanco, que se quema él para iluminar a su alrededor.    ( 20: 458 )

Donde el término luz aparece asociado, no con los más altos valores del hombre, sino con su elevado sentido del sacrificio. El carbón blanco, o carburo de calcio, al reaccionar con el agua, produce el acetileno, que al ponerse en contacto con el dioxígeno del medio, combustiona, liberando gran cantidad de energía en forma de calor y luz clara y brillante. Así estaba resuelto a inmolarse Martí por la patria.

Una nueva matización de este símbolo lo encontramos cuando plantea:

Más bella es la naturaleza cuando la luz del mundo crece con la de la libertad; y va como empañada y turbia, sin el sol elocuente de la tierra redimida, ni el júbilo del campo, ni la salud del aire, allí donde los hombres, al despertar cada mañana, ponen la frente al yugo, lo mismo que los bueyes-  (4:382)

Luz y sol son elementos de la naturaleza; los símbolos morales asociados con libertad y tierra redimida. Donde el hombre es sometido y esclavo, la luz aparece empañada y turbia. La esclavitud y la sumisión se representan con la ausencia de luz. En cambio, la naturaleza cobra todo su esplendor cuando el sol elocuente de la tierra redimida brilla sobre el hombre creador y libre.

El ansia martiana de una nueva era en que la libertad y el decoro del hombre prevalecieran sobre la maldad y la injusticia, queda plasmada en el sistema de símbolos que emplea.

La celestialidad de la luz es fenómeno observado no dentro de un reino físico, sino en la ejemplar constitución espiritual del hombre que no acepta el yugo, en cuya tierra se hermanan y brillan con igual fulgor la luz del mundo y la luz de la libertad.

Esta equiparación simbólica entre luz y una nueva época de regeneración social es un reflejo de la entrega de Martí a la libertad de Cuba. Cuando en 1891 pronuncia en Tampa su famoso discurso Con todos y para el bien de todos, convoca a la unión para emprender la lucha y emplea el símbolo luz con un sentido equivalente:

¡Paso a los que no tienen miedo a la luz: caridad para los que tiemblan de sus rayos! (4:267)

El símbolo, según contexto, alude a la guerra, a la empresa que se espera acometer: hay que dar vía libre a los que están dispuestos a combatir por Cuba, que significa alcanzar la libertad y la luz. Asimismo, pide compasión para los cobardes que temen sufrir las consecuencias de la dura vida de campaña y se niegan a respaldar la lucha, que es negarse a alcanzar la luz.

Es obvio que Martí le confiere al término diversos matices; a veces, grados diferentes de un mismo concepto, como cuando dice:

¡Fuera de la patria si piedras negras se reciben de ella, de las piedras negras parece que sale luz de astros! (18:216)

Queda clara la extraordinaria significación y valor que le atribuye a todo cuanto proceda de la isla, lugar que considera sagrado. Hasta de las piedras negras, opacas y sin brillo, carentes de valor, vería brotar luz de astros si estas llegaran como mensaje de Cuba para el hombre desterrado. Lo propio, lo autóctono, le es entrañable e insuperable, lo que evidencia su alto sentido del patriotismo y su indiscutible cubanía, a pesar de haber vivido más de la mitad de su vida en el exilio.

Esta valoración de la patria desde el destierro será una constante. Al referirse al poeta cubano José María Heredia, que como él, también sufriera el exilio dice que:

Llora de furor al ver el país de nieves donde ha de vivir, por no saber amar con mesura su país de luz. (5:133)

La idea que trasmite no queda solo en la oposición país de nieves / país de luz, lo que equivaldría a un nivel de lectura primario. La oposición no se da solo en la configuración geográfica y la diferencia climática, sino también en el orden moral, afectivo y social.

Años más tarde cuando concibe la humanidad como la verdadera patria del hombre hace extensivo este juicio a toda la América al llamarla “continente de luz” (6:20)

Para Martí todo lo superior y positivo podía asociarse con la luz. La diversidad de esferas representadas por este símbolo coinciden en indicar la naturaleza pura e irreprochable de todas las cosas que poseen o reflejan luz.

Este símbolo, en  su carácter polisémico, integra la esencia del pensamiento ético, estético y político social del héroe cubano. El análisis de las diferentes connotaciones que le confiere al término luz nos permite conocer la cosmovisión martiana. Estas connotaciones trascienden los límites estrechos de la religión y dotan al símbolo de una dimensión humana y actual que estimula y compromete al hombre del siglo XXI a luchar por el perfeccionamiento moral y el desarrollo intelectual, premisas esenciales para lograr un mundo mejor, un mundo de luz, como quería Martí.