ÉTICA
SIMBOLOGÍA MARTIANA
Prof.
Carolina Gutiérrez Marroquín Universidad de Holguín “Oscar L. Moya”
Martí poeta y Martí hombre
difícilmente pueden considerarse entidades independientes. Como hombre,
consagró su vida a la emancipación política de Cuba como premisa fundamental
para garantizar la independencia de América. Como poeta, creó un verso con “el
vigor del acero conque se funde la espada”(16:72) para luchar con la
palabra mientras creaba las condiciones para pelear con las armas.
Su concepción, a veces romántica, de
la libertad y la perfección humana, se reflejan en una simbología tan idealista
como su visión del universo. La cosmovisión martiana está resumida en su
sistema simbólico. La simbología empleada por Martí es extraordinariamente rica
y su estudio podría facilitarse si dentro del sistema se delimitan esferas de conocimientos.
Según Iván Schulman (1960), el mayor universo
simbólico martiano es el referido a la naturaleza y de él se derivan otros
subsistemas que completarían el estudio de su pensamiento.
La íntima asociación entre los valores
morales y sus términos análogos del mundo físico parece apuntar a una armoniosa
y universal correspondencia de toda realidad. Según Martí:
No hay verdad moral que no quede
expresada como la mejor de las comparaciones poéticas, con un hecho físico.(
7:233 )
Este principio de analogía como
enunciación de una teoría de la armonía universal, y al mismo tiempo como
piedra fundamental en la construcción de un sistema simbólico, coincide con el
del filosofo, poeta y ensayista norteamericano Ralph Waldo Emerson, a quien Martí
admiraba profundamente y cuya obra puede haberle inspirado.
Sin embargo, para el cubano la
naturaleza no era el conjunto vasto y armonioso que todos conocemos, sino los
fenómenos naturales indígenas. Martí fundó su preferencia estética en la
fidelidad a América. Cuando le sugiere al escritor americano como ha de
construir sus imágenes le recomienda que incorpore a sus figuras poéticas los
incontables aspectos de la cultura americana, escribiendo:
...no con
lengua prestada, ni siquiera con la de
Homero, sino con algo que sea, en el color y la gracia, como el vestido de gala
de los magnates indios, penachos de volcán, pechos desnudos, lágrimas
patriarcales, columpios de plumas;___ y
transportado por alas invisibles, y
roído por águilas coléricas.(21:176)
En la naturaleza americana Martí advierte que existe
una fuente inagotable de poesía que solo puede descubrir el hombre americano.
La creatividad de la simbología martiana radica más bien en su forma de
exteriorizar el mundo interior del poeta, poniéndolo en relación con su propio
contexto geográfico y natural. De ahí su preferencia por los símbolos de la
naturaleza, en particular, la naturaleza americana, que tan bien llegó a
conocer, y que ameritaba su justo espacio en la Literatura.
El entorno siempre ha rodeado al
hombre, sin embargo la genialidad del cubano estuvo en advertir relaciones
insospechadas entre los fenómenos del mundo espiritual y los elementos de la
naturaleza. Martí estableció entre ambos relaciones que le permitieron expresar
de modo poético y sencillo ideas complejas. Por ejemplo, cuando en 1882
escribía a su hermana Amelia, le hacía reparar en estos nexos:
¿Tú ves un
árbol? ¿Tú ves cuánto tarda en colgar la naranja dorada, o la granada roja de
la rama gruesa? Pues, ahondando en la vida,
se ve que todo sigue el mismo
proceso. El amor, como el árbol, ha de
pasar de semilla a arbolillo, a flor y a fruto. __ Y en Cuba se
empieza siempre por el fruto. (20:288)
Resulta evidente la potencialidad educativa del texto martiano. Para
explicarle a Amelia, entonces una adolescente, que no debía confundir el ansia
de amar, propia de sus años, con el verdadero amor que solo surge “después del
largo examen, detenidísimo conocimiento, y fiel y prolongada compañía de la
criatura en quien el amor ha deponerse.” (20:286) Martí establece la relación: proceso natural del mundo vegetal surgimiento y
consolidación del sentimiento amoroso.
Los elementos de la naturaleza
empleados: árbol, naranja dorada, granada roja, rama gruesa, semilla,
arbolillo, flor y fruto adquieren connotación simbólica al rebasar el carácter
denotativo que los distingue y sugerir una nueva dimensión semántica.
Otras veces Martí tomará elementos de
la naturaleza para caracterizar personalidades notables de su tiempo. Así, dirá
que Emerson era como un “águila blanca”(13:193) y que
Longfellow era “el ruiseñor del verso”(13:227).
Bolívar fue para él un “hombre solar” (8:175). Advirtió que Francisco Sellén llevaba dentro de sí “como cierto crepúsculo”(5:182)
y que en Cecilio Acosta había un “alma de paloma” (8:154). Dijo que Gertrudis
Gómez de Avellaneda “era algo así como una nube amenazante” (8:311) mientras
que Luisa Pérez de Zambrana era “violeta casta,
nelumbio quejumbroso”(8:311)
La selección exacta del elemento de la
naturaleza que mejor refleja las cualidades morales, el estado de ánimo, el
carácter, las habilidades intelectuales y la dimensión social de la figura a la
que alude, indica tanto conocimiento profundo de la naturaleza como del género humano.
Detrás de esta serie de asociaciones hay un estudio minucioso que revela
ingenio y observación paciente.
Símbolos del universo celeste
Entre los elementos de la naturaleza,
la reiteración de aquellos que forman parte del mundo celeste, resulta significativa
en su obra. Por ejemplo: según Martí, “una mujer buena es un perpetuo arcoiris” (13:258). Al referirse al escritor uruguayo Juan
Carlos Gómez dice que “trozos de rayo, y no palabras, salían de su pluma”
(8:188). Para argumentar el derecho del hombre al pensamiento libre sostiene
que: “Si el sol no peca con lucir ¿cómo he de pecar yo con pensar?” (11:243).
En medio de la vorágine organizativa de la guerra, seriamente enfermo y
limitado para cumplir su deber con el exilio y con Cuba, le escribe a Serafín
Sánchez que “Quisiera ser relámpago, y cubrirlo todo” (1:407)
En uno de sus poemas, incluido en Versos Libres, plantea la disyuntiva
que la vida ofrece al hombre desde su nacimiento: ser libre y creador o esclavo
servil de los poderosos. Martí sintetiza esta propuesta en dos formas
simbólicas: “yugo”, que representa la sumisión y el vasallaje, y “estrella” que resume los más
altos valores del hombre. Finalmente, el poeta escoge el “yugo” para situarse
en él de pie, colocándose moralmente por encima de la condición de esclavo, y
lucir mejor en su frente “la estrella que ilumina y mata” (16:162). Para Martí,
el hombre digno y honrado que se niega a vivir uncido al yugo, que lucha por la
libertad y la justicia, lleva como símbolo en la frente una estrella.
La relación que Martí establece entre
la pulcritud moral, el talento y la creación artística con elementos del mundo
celeste, no es más que la expresión poética de su concepción particular del
mundo: en el cielo, morada del Supremo Creador, es donde reside todo lo hermoso
y perfecto, lo extraordinario y eterno. Ese es el mundo de la luz.
Según Martí, el deber del hombre es
elevarse espiritualmente para alcanzar la perfección moral y la riqueza
intelectual que le permita erguirse por encima de la mediocridad, las
ambiciones mezquinas y los bajos instintos. El mejoramiento humano es la
premisa esencial para lograr un mundo cualitativamente superior. De ahí que
resulten frecuentes en sus textos los símbolos que denotan elevación y
altura. Por ejemplo:
La montaña acaba en
pico; en cresta, la ola empinada que la tempestad arremolina y echa al cielo;
en copa, el árbol; y en cima ha de acabar la vida humana. (7:229)
De nuevo se apoya en una serie de
ejemplos tomados de la naturaleza en los que advierte ciertas regularidades
para enunciar su pensamiento ético: el hombre ha de proyectar su vida hacia
planos cualitativamente superiores en todos los órdenes, situarse metas cada
vez más elevadas, porque esta es la única actitud que permite el desarrollo
material y espiritual de la sociedad. Cuando dice:
A las aves, alas; a
los peces, aletas; a los hombres que viven en la naturaleza, el conocimiento de
la naturaleza: esas son sus alas. (8:278)
Sigue la misma lógica empleada en el pasaje anterior para plantear que el
conocimiento de la naturaleza es tan esencial para el hombre, que vive inmerso
en ella, como el ala para el ave y la aleta para los peces: el saber le permite
al individuo ascender en la escala universal, por eso Martí establece la
relación conocimiento alas, porque el ala es el símbolo por excelencia de
elevación a las alturas.
En el hombre deben florecer, además,
los más nobles sentimientos: el amor, la solidaridad, el respeto, la
honestidad, el decoro, etc. El individuo que asume una actitud ética superior
asciende también, tanto en su propia estimación como en la del colectivo social
en el que se desenvuelve. Martí expresa esta idea a través de la siguiente
proposición:
Al corazón se le han
de poner alas, y no anclas. (1:370)
Esta preocupación del cubano por el
enriquecimiento intelectual y espiritual del hombre es el resultado de su
interacción con el medio, lo que le permitió afirmar en uno de sus poemas
incluido en Versos Libres:
Si me pedís un
símbolo del mundo
En estos tiempos,
vedlo: un ala rota.
Se labra mucho el
oro. ¡El alma apenas! (16:185)
Con el empleo del símbolo ala rota denota la imposibilidad de emprender vuelo, de ascender
espiritualmente, cuando los intereses se sitúan en las riquezas materiales de
la vida terrena. El cultivo del alma, el enriquecimiento del espíritu, es la
primera riqueza a la que el hombre debe aspirar.
Según la concepción martiana del
mundo, la muerte del que ha cumplido bien la obra de la vida, no es más que un ascenso al mundo de la
luz. Al morir el célebre filósofo y poeta norteamericano Ralph
Waldo Emerson, Martí
publica una de sus más trascendentales crónicas en la que dice que ante su
muerte:
Se siente
como perder de pies y nacer de alas. Se vive como a la luz de una
estrella, y como sentado en llano de flores blancas. Una lumbre pálida y fresca
llena la silenciosa inmensa
atmósfera. Todo es cúspide, y nosotros sobre ella. Está la tierra a nuestros
pies, como mundo lejano y ya vivido, envuelto
en sombras. (13:17 )
Para Martí, la muerte de un hombre
justo es el abandono de la tierra, “mundo envuelto en sombras”, y
la ascensión a un mundo paradisíaco y luminoso donde todo es quietud y belleza.
Esta concepción, de modo implícito,
constituye un llamado a una actitud ética superior.
En uno de sus cuadernos de apuntes
expresó, a partir de formas simbólicas, el sentido de la ascensión
continua que debía caracterizar al hombre:
Entre el abismo y la cumbre, yo no
amo al abismo que sepulta, sino la cumbre que me acerca al sol. (21:431)
Donde los símbolos polares abismo / cumbre
evocan por extensión la antinomia bien /
mal, el ascenso o el descenso del hombre en la escala moral. Martí prefiere
elevarse hasta llegar a la cumbre que lo acerca a la mayor fuente de luz.
Según Schulman(1960) los objetos materiales utilizados en el proceso comparativo para la formulación de
imágenes literarias, si reaparecen insistentemente, pueden transformarse en
símbolos claves de la obra posterior del autor.
Si tenemos
en cuenta la recurrencia de los símbolos de la naturaleza, del universo celeste
y los que dan idea de elevación y altura en la obra martiana, estos pueden
considerarse como centrales, básicos o dominantes, y por tanto, parte
integrante del sistema simbólico martiano. Toda la obra literaria del Maestro,
todo su sistema simbólico, está en función de significar la urgencia de elevar la posición cultural y social del hombre. Su voz hoy aún está resonando.